28.7.06

¿MISERABLES? NO: SÓLO WANADOO

Si fuéramos del todo crédulos nos sorprendería comprobar la distancia entre la libertad que te prometen y la que te dan. O sea, hay poca libertad ante el Estado y casi ninguna ante la empresa, que ya puede cobrarte rompiendo el contrato o, en el caso de Wanadoo -que es el mío-, sin que ni contrato tenga.

Consta que las compañías de telefonía tienen todas las ventajas ante el abonado. Y, con impunidad, cobran a todos todo el tiempo posible por el sencillo método de hacer imposible la baja de sus servicios: o sea, esclavizándolos. Visto este asunto, y ante las quejas de la asociación de consumidores, el gobierno de tolerancia, o alcahuete, llegó a decir públicamente -aunque no se sabe si lo tradujo en la ley que prometía- que los telefónicos no podían usar esas marrullerías y que bastaría con que el consumidor decidiera irse. Romper las cadenas con que tratan de ligarlo de por vida y sin derechos.

No es cierto. O el gobierno prometió y no hizo la ley o, en mi caso, Wanadoo se pasa la ley por sucesivos arcos del triunfo y, además coacciona, o sea, amenaza con ponerme en la Lista (¿universal?) de morosos, que se supone que me condenará a no recibir créditos ni a comprar a distancia. Y si eso no es coacción del fuerte sobre el único, o débil, debiera verlo algún juez serio. Verlo y defender al consumidor del abuso. Verlo, defenderlo, y dictar una indemnización al atrapado por la tela de araña.

Más cuando el rector que suscribe no hizo contrato ninguno con Wanadoo. ¿Cómo? Sí: estaba en otra compañía, que fue absorbida, y fue absorbido con ella de manera que Wanadoo no le consultó: se limitó a enviarle los recibos con su nombre y listo. La voluntad del cliente no vale ante las empresas de ciertos vuelos, que consideran que pagan los suficientes impuestos como para trincar en vano el dinero de los consumidores.

No sólo no tenía este rector contrato ni escrito ni hablado. No sólo hizo imposible (más de diez intentos) darse de baja de sus servicios sino que, con moral de cucaracha quiza, aguardó a que se hubieran acumulado, según sus falsas cuentas, cuatro o cinco mensualidades -pues no hubo más remedio que dar órdenes al banco de interrumpir la sangría- para pasarme una factura con su correspondiente amenaza.

Estos problemas son muy comunes, en especial para cuantos se mueven por internet. Es una imitación de pillaje que, por lo que se ve, está permitido o tolerado, o sea, como una memoria histórica o una chapuza administrativa. Si le sucede al lector, no lo dude: denuncie, y denuncie por lo cobrado antes sin prestar ningún servicio. La figura se llama estafa o lo parece.

Cuando el rector empezó a tomar medidas se debió a que llevaba meses pagando a cuatro compañías aunque sólo usaba una. O sea, una justicia muy bien pensada para los injustos que te sorben el euro mientras entonan una canción festiva. Me imagino que la ley no permite llamarles ladrones y por eso mismo no se lo llamo.

Ni se lo llamaré, Dios mediante, hasta que haya leyes claras y no se tolere la posición dominante de la empresa sobre el comprador de bienes o servicios. Antes, cuando había justicia -hace tanto- los contratos habían de ser un acuerdo voluntario de ambas partes. Incluso por menos se han declarado nulos muchos matrimonios. O sea, con una mujer te separas por no haber sido libre en el momento de dar el sí, quiero. Nunca con Wanadoo. Hay qué huevos.

No deja de ser divertido que Wanadoo amenace a este rector con hacer que su crédito no valga, cuando se trata de una empresa aprovechada que, al menos a los ojos de este consumidor, no tiene ningún crédito y trata de cobrar por lo que no ha servido. O sea, ladrona, no. Enchufada, sí. Y más aún: descarada y sin ética: no se entiende que una empresa honesta, que lo será, cobre por lo que no ha dado. Y con alevosía.

EL RECTOR 007 Y MEDIO