13.2.06

¿QUÉ HAY DENTRO DE UN SEÑOR?

O sea, qué partes de nosotros son nuestras y qué partes nos han entrado, superando los filtros lógicos de nuestro cerebro vigilante y tontorrón. Debajo hay una figura que toca la batería. Es muy probable que usted la reconozca, o sea, que esté en sus recuerdos y que, por lo tanto, no le extrañe ver a un ser inexistente comportándose como un humano loco. ¿Sabía usted que una parte de su ser contenía al monstruo de las galletas? Jugar con lo que somos tiene unos riesgos enormes y un buen paranoico debe temer, siempre, que le acechen los seres inexistentes, porque realmente existen en las calabazas de los demás.

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En nuestro interior casi no hay espacios vacíos: entre las vísceras y los recuerdos falsos vamos al completo. Tan al completo que, como se demostrará, a veces somos capaces de ser invisibles en parte. O sea, que el hombre invisible es una realidad. Creedme, que sé lo que digo aunque diga tonterías que están a la vista y no se ven.

Dígame una cosa que se ve y que puede ser invisible. El proyectil del cartucho de un arma de fuego. Una vez disparada, la bala, bien sólida, se mueve de forma tal que no lo ven nuestros ojos. No hace falta mucha velocidad ni maquinaria. Pona un dedo ante los ojos y muévalo de arriba abajo de prisa, como si de hubiera pinchado. Puedo hacerlo que con la mano entera: Todo lo más que verá del dedo es una especie de abanico que no interrumpe la visión de lo que hay detrás. O sea, una parte de nuestro cuerpo puede convertirse en algo fantasmal.

No nos desviemos, porque hablábamos de la enormidad de partes nuestras que pertenecen a recuerdos de otros: películas, fotos, estudios... Al hombre se le va llenando como a un jarrón y precisamente por eso es hombre, el animalito que se yergue, camina y tiene consciencia para decirlo. Hablábamos de qué partes de nuestro interior son del todo nuestras: las vísceras, sí, salvo que haya algún trasplante. Las ideas: casi todas de importación. Los recuerdos... ¡Ay de ellos! Los recuerdos son gente peligrosa: no hacen más que acechar para cambiarte la vida y el carácter.

Un reciente estudio -cierto que de Wynsconsin- señalaba, tras agotar a los estudiantes voluntarios, que más del 70 por cien de nuestros recuerdos no lo son. Que en casos graves el mecanismo de recordar sufre colapsos y no distingue si lo que ve el ojo de la mente es algo que sucedió al interesado o algo que vió en cine, video o televisión. El recuerdo se coló, pero sigue ahí, anclado a alguna neurona, presto a emergar de la memoria y causarnos algún trastorno.

Lo que más hay dentro de un señor es una señora, construida con rastros de la pubertad, con retazos de películas, con voces oídas a distancia y con dulces esperanzas que nunca se satisficieron. Una mujer misterio que permanece joven y cuyo amor se quiere conseguir aun en la vejez. Es la poderosa fuerza de la vida, que empuja hasta el último momento. Esa mujer nos vigila desde lo profundo y desde lo profundo deseamos ser dignos de ella. Maravillas de la testosterona que conserva gran cantidad de nuestros recuerdos como si sólo fueran ayer.


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He aquí la gran curva de la interrogante eterna. ¿Quién está atrapada en mis pensamientos? ¿Es posible que aún los varones sueñen con su dama y crean que en el espacio-tiempo habrá un lugar en que reunirse y ser uno, un solo ser resplandeciente? Mira, lector la figura enigmática y verás como tu alma tiende a desprenderse y a volver al mundo de los sueños que acongojan.

1 Comments:

At 12:11 a. m., Blogger Miguel P said...

¿No me estará vigilando ahora el Monstruo, verdad? Porque, a juzgar por todo lo que recuerdo, la realidad es mucho más extensa que lo real y a veces recuerdo cosas del Siglo XVIII y me parece que fue ayer. ¿Es posible confundir lo real con lo verdadero? ¿No es mi paranoia?
Manolo el Ecamao.

 

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