12.4.06

ORDENAMIENTOS

ORDENAMIENTO

Veamos el hombre: desde que le insuflaron el alma siempre está pensando y mirando a las estrellas, cuya luz le llega a 300.000 kilómetros por segundo mientras traspasa el infinito matemático de Euclides. Consideremos la religión, que es hacer puentes que unan las dos orillas de la verdad. ¿Quién habla hoy de la vida espiritual y de la Cuaresma? Ahora la vida son los hospitales, que quiere decir “hospederías” donde la gente viva aguarda a la vida hasta que muere.

Veamos el silencio: se rompe los 360 metros por segundo, como la circunferencia. No sucedía a los anacoretas de la Tebaida, Egipto, que tenían vida espiritual mientras se alimentaran de saltamontes. Pensemos en la Milicia: pocos saben que su jefe supremo es Dios, el Dios de los Ejércitos y el Dios de las Batallas. Según la Biblia. El ejército nació de la luz sobre el metal y de los parches del tambor, inventó la corneta y la oración y tiene la misión de garantizar el ordenamiento jurídico y la integridad, pero, pese a ello, ni impidió la caída de la monarquía de Alfonso XIII ni la liquidación de las leyes de Franco, ni parece que se inquiete con la fiebre de los Estatutos ni con el perdón de quienes asesinaban, a traición, a sus hombres. Veamos España: pocos recuerdan hoy que viene de “Span”, conejo, aunque hay quien opina que viene del atardecer, de la parte del mundo en que se pone el sol. España es una unidad de mal destino y de fiebres universales, donde la vista se contagia de la anchura del oceano. O piélago. Aún así, debiera escribirse con hache por hondas cuestiones de etimología. Como dijo el Condestable de Borbón al salir del palacio del de Benavente, en Castilla-La Mancha, «España y yo somos así», lo que provocó la aparición de los afrancesados y de Fray Gerundio de Campazas: Goya lo plasmó todo en «La familia de Carlos IV”.

Veamos el futuro: según Einstein es el pasado más la constante universal llamada “e”. Veamos los pecados: si son los mismos que hace tres mil años pero con motores eléctricos y caucho, ¿cómo se puede hacer algo distinto de lo de siempre? ¿Cómo hacer que los hombres no se porten como hombres, lobos del lobo? Consideremos la miseria: nada humano me es indiferente, según Diógenes Laercio. Menos la misericordia, que se aleja de nosotros hirviendo a los noventa grados, error que lleva demasiado tiempo sucediendo sin que los ejércitos levanten sus banderas. Ni nosotros nuestros corazones. Veamos el Universo: está lejano.

Nota de Trapisonda: No se tome muy en serio los datos científicos ni históricos.